jugo de vidrios -- ARCHIVO: 10/19/08 - 10/26/08

Monday, October 20, 2008

Tong Aesthetics (or City of Willows) -- by Hakim Bey



Estética del Tong


«La fonda fue bautizada, simbólicamente, "La Ciudad de los Sauces" (mu-yang ch'eng). En su interior albergaba un santuario llamado "El Pabellón de la Flor Roja" (Hung Hua T'ing), en el cual tenía lugar parte esencial de la iniciación, y en donde los secretos de la sociedad eran revelados a los iniciados...»


«En una ceremonia completa, el ritual aparecía dividido en tres estadios principales. El primer estadio consistía en la interpretación y puesta en escena del Mito del Origen en la sala principal de la fonda. A esto se le llamaba "interpretar la obra" (tso-hsi) o "mirar la obra" (k'an-hsi) dependiendo de si uno era participante activo o pasivo del ritual; otras veces lo denominaban "soltar a los caballos" (fang-ma). ("Caballos" = neoacólitos o iniciados; hsin-ting, "nuevos activos", fue otro nombre dado a los nuevos integrantes). La segunda parte del ritual consistía en la toma de juramento, durante una ceremonia en el Pabellón de la Flor Roja, seguida de la expedición de los certificados de adhesión y una exhibición de los documentos secretos, así como del mobiliario y objetos decorativos del hospicio a los miembros. El banquete y la teatralidad de las celebraciones daban paso los días siguientes a la tercera y última parte de la iniciación.»


«Todos los hermanos aquí congregados son leales y fieles: todos han sido magullados por el acero y en sus entrañas anida el verdadero coraje. De las inagotables metamorfosis han nacido millones de hombres, todos de un mismo pensamiento y una misma voluntad. Todos ellos en un mismo acto de apego, de las dos capitales y las treinta provincias, han venido juntos a satisfacer la petición del Padre Cielo y la Madre Tierra; los tres manantiales de luz: el sol, la luna y las estrellas; todos los Dioses, Santos, Espítirus y Budas, y todos los Príncipes del Firmamento, han venido para guiar a los presentes en su camino hacia la iluminación. Esta noche nos prometemos solemnemente los unos a los otros, y juramos ante el Cielo que la orden se mantendrá unida en todo el mundo, como hijos de un mismo vientre. Nacidos de un mismo padre, nutridos de la misma madre, una misma raíz y un mismo origen; juremos que nuestros corazones devotos no mutarán ni cambiarán. Si el majestuoso Cielo proteje y asiste la restauración de los Ming, la dicha tendrá un lugar a donde regresar.»


[NOTA: Fei-Ling Davis, Primitive Revolutionaries of China: A Study of Secret Societies of the Late Nineteenth Century (Honolulu, 1971), páginas 129, 135. consultar índice final en "City of Willows"]


La Ciudad de los Sauces es un espacio imaginal para las sociedades secretas chinas tradicionales o Tong (especialmente para la banda Hung), es su "Templo de Iniciación". [NOTA: consultar Henry Corbin, Temple and Contemplation (London 1986)]

El espacio en sí mismo, visionario u onírico, guarda en su interior (como en un "centro de memoria" hermética) los pormenores del mito político de las sociedades secretas chinas, basado en el complot urdido para destronar a la dinastía Manchú y lograr la "restauración de los Ming", de regencia china. G. Sorel habría entendido esta mitopoiesis, esta lectura apasionada de una serie de símbolos que bien parecen un lugar sin ser un lugar, que se asemejan a un texto sin serlo, que llaman a un "levantamiento general", a emerger del lenguaje legendario; que señalan al futuro por apuntar al pasado y al "Océano de las Imágenes".


[NOTA: El mito está está comprendido por un lenguaje de símbolos -- ésta es una palabra que originariamente se refería a las dos fracciones que han de volver a fijarse la una a la otra con el objeto de proveer la identificación o significado, como dos espías que se reconocen mutuamente por la forma exacta en que encajan los lados rasgados de un billete de dólar. Todo mito, podría decirse, tiene al menos dos símbolos, que en sí son mitades compatibles. De ahí la total ambigüedad del mito: dependiendo de qué parte se tome como la principal se puede afirmar que el significado de un mito puede "tornarse en" su opuesto. El mito de Sorel no es la excepción (en realidad parece extraño que nadie parezca haber tenido en consideración analizarlo de acuerdo a las técnicas de la historia de la espiritualidad), ya que éste apelaba tanto al fascismo como al anarquismo. Consideremos, por ejemplo, el Mito del Progreso, promulgado por todas las grandes ideologías del siglo XIX, desde la monarquía al anarquismo: todas adolecen de Progreso, un mito que edificaría el infierno del siglo XX para millones de personas. Y los Mitos Sorelianos de la Huelga General, y de una Violencia Social, fueron usurpados por Marinetti (el ambiguo eje sobre el que pivotan el anarquismo y el fascismo) y, eventualmente, por Mussolini. La propagación del mito conlleva sus propios peligros. Lamentablemente, el mito nos recuerda una de las pocas formas efectivas de hablar sobre la "realidad", que es, de lejos, en sí misma mucho más ambigua que cualquier mito.]


En otra parte ya propusimos el Tong como un posible modelo organizativo para la realización de metas inmediatistas, incluído el propio TAZ; ahora, tardíamente, deberíamos considerar la importancia del estilo o la estética en la aparición de un próspero Tong occidental. En la construcción del Tong, el estilo no debe serlo "todo", aunque, ciertamente, no puede ser considerado meramente inesencial o secundario. El Tong debe ser "un trabajo artístico" en sí mismo, como todas las estructuras del juego Inmediatista. Una leyenda como "La Ciudad de los Sauces" nos suministra este contorno estético esencial.


Podemos pensar en el "Círculo" como en un grupo temporalmente inmediatista organizado en torno a un proyecto común (por ejemplo, hacer una colcha). Pero, sin embargo, el Círculo debe a un tiempo ser y producir una "obra de arte". El Tong puede ser definido comparativamente como un grupo más duradero, teóricamente "permanente", devoto no a un proyecto sino a una "causa" concurrente. Pero ¿qué hace a un Tong diferente de grupos tales como una secta o un partido político? Los miembros de un Tong Inmediatista o de un grupo nuclear TAZ no van a tener más probabilidades de cohesión por motivos tales como un predominio de clase, etnicidad, procedencia geográfica o razones económicas; además, la producción colaborativa de arte no acomodadicio no puede ser considerada en sí misma causa suficiente para la formación de una sociedad secreta. El "illegalismo" per se ha de añadir cohesión a la estructura del grupo, pero todavía no puede servir como única raison d'etre de un Tong real. La acción insurrecta o el "sabotaje social" todavía promueve una mayor motivación para ejecutar una "orden" clandestina, pero tal vez aún no se basta por sí misma para un "collage invisible" a gran escala. Sin "estética Tong" no hay Tong.


Los dos elementos estéticos esenciales de un Tong son: (1) una causa y (2) una leyenda. Ambas, causa y leyenda, pueden ser clasificadas como sistemas estéticos o "míticos", más que como ideologías -ya que se basan en símbolos, que son reales pero ambiguos, más que apoyarse en "ideales", mucho más lúcidos aunque relativamente irreales-. Cuando Sorel propuso un "mito social" (específicamente el sindicato y la Huelga General) él no se refería a "mito" en el sentido moderno de la palabra -como una historia vacía, una narración paliativa e ilusoria. "Mito" en el sentido soreliano, puede ser cualquier historia que no trate exclusivemente sobre la "vida real", pero que también quiere participar de ella. Una causa, podría argüirse, no es una "cosa real" porque haya dejado de manifestarse. Es una construcción estética, pero también es un complejo imaginal que intenta imponer sus patrones a la "realidad", al igual que los herméticos apelan al Renacimiento de las artes mágicas o a las ceremonias de chamanes tribales. Ello expresa esta intención en forma de leyenda que versa sobre una causa, una narración simbólica de imágenes sobrecargadas organizada de tal forma que incremente el potencial dinámico ("conversión", "iniciación", "iluminación", "action") en el grupo que la adopta y la adapta. La causa, por tanto, es el mito sereliano, la leyenda, su propaganda privada en el interior del Tong.


La "poesis" de la Ciudad de los Sauces, por ejemplo, desvela su funcionamiento en la imaginería de la travesía visionaria de la "Vanguardia", que ve en ellos algo así:


«Los iniciados del Tong gustan de los sabios taoístas o nómadas espirituales: "Distantes en el horizonte, (aún) cercano ante mis ojos, deambulan por el mundo sin residencia fija"; / garzas blancas que pasan volando; / un abanico, un incensario en forma de pera, una espada, una flauta, un par de castañuelas de jade, un cetro, un puente flotante; / la hermana del Rey Dragón "haciendo un ramo de flores de morera" (una contraseña); / cuevas de llovizna, tormentas veraniegas, escarcha; / un volcán, et cetera.» (Davis, op. cit., 132-134)


Estas imágenes pueden resultarnos meramente decorativas o arbitrarias, pero están cargadas de unidades culturalmente significativas para los adeptos Hung, y fueron construidas dentro de un sistema que no se cohesionaba únicamente como "poema", sino también como una evocación multiplexada de su causa. Este poema de acción potencial se vuelve cada vez más vivo en nuestro Tong inmediatista, ya que el texto ha de proveer la cohesión de la que carece un grupo tan heterogeneo como pueda ser el nuestro. Un simple programa político no será suficiente, tampoco un mero poema. Causa y leyenda han de orientarse por encima (o más allá) de la ideología y la abstracción; la "Imaginación Utópica" y la "Poética Utópica" han de ser usadas para construir algo más que una mera ensoñación.


[NOTA: No es que comparta el desdén habitual hacia el "reverie" como oposición a la "imaginación". Al igual que Guston Bachelard, creo que esta poesis comienza en el ensueño, y que esta "quimera ociosa" es tan sagrada como cualquier otra "visión genuina". De igual modo, para inspirar acción, el ensueño tiene primero que devenir "poema", seguidamente "leyenda", y finalmente "causa".]


La "Lengua Poética" sirve aquí como garantía de autenticidad de la experiencia evocada; para todo lo concerniente al deseo, tan sólo el "Lenguaje de los pájaros" puede alcanzar algún grado de actualidad. La "Revolución" ciertamente ha servido como una imagen poética lo suficientemente fuerte como para proveer a la causa de numerosas sociedades secretas, desde los flirteos de Marx con los carbonari, al anarquismo a lo "Liga de la Corte Sagrada" de Proudhon, la "Hermandad" de Bakunin, los "Trotamundos" de Durruti [Durutti en el original], etc. La "Insurrección" es un término que puede ser más adecuado a los requerimientos postexistencialistas de un Inmediatismo Tong, de todas formas. Su emersión posee el prestigio espiritual de un apocalipsis mileniarista, y todavía persiste en una posibilidad de autenticidad histórica -- remota pero verificable.


[NOTA: Considerad, por ejemplo, Dublín en 1916, Munich en 1919, Tijuana en 1911, Paris en 1871 y 1968, la Ucrania de 1920 o Barcelona en los años 30. Ninguna de ellas dio lugar a "la Revolución", aunque fueron causas nobles que valieron la pena -- ¡al menos retrospectivamente!]


La Zona Temporalmente Autónoma, sin embargo, se presenta a sí misma como una posibilidad inmediata: -- como táctica en beneficio de la Causa y como una prueba de muestra de la causa misma. No estamos en disposición de decir que el TAZ "sea" la Causa, porque el TAZ permanece espontáneo, evanescente, imposible de bloquear. La Insurrección es la Causa: el TAZ es una táctica para la causa, pero también una razón "interna" d'etre del Tong. Así que, cuando el clan Hung repetía el ritual de la Ciudad de los Sauces, esto no sólo validaba su adhesión eterna a la causa (el levantamiento anti-Manchú), sino que también creaba virtualmente el "espacio paradisíaco" del mundo anti-Manchú en el Templo de esta sociedad secreta. Este ritual en su dimensión espaciotemporal podía ser experimentado y valorado como una Zona Temporalmente Autónoma; y cuando coincidía con el banquete (el "principio corpóreo material" necesario para el TAZ) no había duda de que, durante el mismo, los adeptos lo evaluaban y experimentaban. El Tong inmediatista, por lo tanto, no habría sido "fundado" con el fin de crear Zonas Temporalmente Autónomas, aunque sí podría haber tenido la finalidad de potenciar sus manifestaciones como evocaciones o prefiguraciones del Levantamiento y la realidad "anti-Consensual" previstas. Ritual y convivencia no tienen por qué estar necesariamente mezclados para producir una Zona Temporalmente Autónoma --órdenes espontáneos de fractal complejidad han de tener tener lugar para producir tal momento mágico. Se puede maximiar las condiciones para que tal "suerte" se produzca, pero no se puede forzar a las Musas. Como un arquero, uno dispara a un punto por encima del blanco para herirlo. El blanco elevado al que aspiramos ha de ser la Insurrección, pero por disparar a esas distancias aún podemos romper la proximidad del TAZ -- (como aquellos adeptos que eran vistos lejos en el horizonte, pero aún cercanos a la vista).


La leyenda es la historia que la propia sociedad secreta relata sobre la causa. En algunos casos, tales como la Libremasonería, la leyenda sigue conservándose aún cuando la causa está olvidada, así que la leyenda puede ser reinterpretada o redescifrada o releída -- y la Causa reinventada -- una y otra vez. La leyenda, en efecto, se hace Causa: los dos textos refundidos en un ilegible pero poderoso palimpsesto. Una buena leyenda puede actuar con más fuerza incluso que una buena causa, ya que intercepta más directamente los arquetipos, ya que le debe menos al tiempo que a la Eternidad.


Por lo tanto la poesis de una leyenda no es un asunto nimio para el Tong. Concierne a lo aparente pero está lejos de ser algo "superficial". El gusto aquí asume una seriedad "de vida o muerte", del mismo modo que cuando hablamos del "estilo" de un luchador de artes marciales. Nuestra leyenda no puede consistir simplemente en un texto sobre la causa: más bien debe emerger de nuestra apasionada lectura de la causa, de nuestra percepción psíquica de su estructura interna. Ha de tener cierto aspecto "objetivo", por decirlo de alguna forma, como aquel que, según los ojos de los fieles, poseen los "escritos" o las "sagradas escrituras".


Además, mientras la causa del Levantamiento sea una que pueda ser satisfecha de diferentes formas, nuestra leyenda ha de ser definida para el Tong: debe contener un mensaje especial en un idioma especial, comprendido para formar un vínculo cognitivo entre los de nuestro propio grupo. En otras palabras, la leyenda sirve como el punto exacto de poesis sin el que nuestro Tong, simple y llanamente, no llegaría a focalizar. ¿Dónde vamos a encontrar nosotros, cosmopolitas desraizados, un lenguaje en el que pueda ser compuesto tal texto, más que un texto en sí mismo? Los Surrealistas experimentaron con la escritura automática, una técnica también usada por los taoístas y otros mediums espirituales. De hecho, la "religion" prové de un posible lenguaje a la leyenda Tong --siempre que uno tenga la lengua lo suficientemente suelta para pronunciar frases heréticas. La Ciudad de los Sauces combina un Budismo milenario y la estética visual del Taoísmo con sus políticas revolucionarias. En nuestro mundo occidental, la complejidad de las imágenes de algunos fenómenos religiosos conservan todavía una gran pujanza --y, por consiguiente, son susceptibles de refiguración, o "subversión", como los textos herético-revolucionarios. Imagina, por ejemplo, una sociedad secreta consagrada al "sabotaje" de políticas y dogmas reaccionarios del cristianismo, basándose para ello en una leyenda anabaptista que siga la causa del mileniarismo radical, o en alguna marca sincrética del neo-paganismo. ¿Suena esto grave y arriesgado, con el clima actual de moralismo mierdoso y recrudecimiento del "conservadurismo religioso", para justificar tanto la pasión como la clandestinidad de nuestra hipotética sociedad secreta?


Una leyenda viable podía manifestarse a través de una persona, o podría emerger, como quien dice, del "sueño de un grupo" de personas -- pero en cualquier caso no sería producida a través del proceso de razonamiento lineal de una narrativa de ficción. Uno no compuso el escrito: el escrito fue escrito. O mejor: la leyenda pre-existe a su realización como texto, así que el "escritor" actúa más como un "buscador de tesoros" que como un "autor" --textos oníricos o visionarios participan en su extrema subjetividad de la "objetividad" de ese "subconsciente" en el cual (de acuerdo al taoísmo) reside la Divinidad, y que se hipostatiza en el arte ritual más apasionante e inspirado. Semejante arte no comprende las apreciaciones estéticas de los críticos académicos, y ante ellos aparecerá como un batiburrillo inteligible o como mera propaganda de agitación. Pero dicho arte avivará la llama en las mentes de ciertos oyentes, precisamente aquellos a los que, primeramente, la leyenda cristalizó en la periferia de la noosfera. El Tong no sería nada sin las acciones que lleva a cabo. Pero antes de las acciones vienen las intenciones. El vínculo entre las intenciones y las acciones es el texto: la leyenda y la causa que representa. El texto prefigura las acciones en un mar de energía potencial y les da un contorno específico, su "estilo" -- así como una vez se pensó que la Luna moldeaba, daba color y bosquejaba con sus cautivadores rayos las perlas del océano.


Estas leyendas serán los poemas más elevados de los poetas más desconocidos de su época. Como hechizos mágicos declamarán nuevas realidades de la existencia, como el chamán que con sus cantos atrae la lluvia, o la salud, o el juego abundante que comienza en la potencialidad y termina en la actualidad. Estos poemas estarán faltos de significado sin las acciones que invocan y, por ello, o bien alcanzarán cualquiera de las más altas metas de la poesía, o bien no alcanzarán nada en absoluto. La Ciudad de los Sauces no es simplemente una "ciudad imaginaria" sino una Ciudad Imaginal, un espacio de ensueño que se manifestará cada vez más nítidamente hasta que, al final, la dinastía Ming sea restaurada --y todavía la Ciudad de los Sauces sigue siendo un poema. La leyenda de nuestro Tong no es nada más que un texto, verdadero --aunque esto llame a una palabra a su existencia-- todavía, y sólo por unos instantes -- en los cuales nuestro deseo no es sólo articulado, sino también satisfecho. //trad. liliput_ (amphibiann@hotmail.com)// amphie se ha basado en el siguiente texto: http://www.hermetic.com/bey/tong.html


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